Descendimos al último círculo del desenfreno

Habían sido horas de viajes interestelares
aún sacudiéndonos el olor a cadáver
del enfrentamiento anterior
nos entregamos al torrente de la avenida principal
y descendimos al último círculo del desenfreno
(miles de luces de colores nos dieron la bienvenida)
Allí te encontramos
gritabas como viniendo al mundo

todavía hacías erupción de niña
demasiado furiosa como para creerte indefensa
Salpicabas a los vigilantes de tu placer
en ese momento pensé que eras la semilla
la ferviente semilla de la ciudad
y cada grito, cada aullido
no era sino tu único grito de criatura
repetido en las bocas de tus hijos.
Algo en tu cuerpo subía buscando el cielo
y sin embargo en tus gemidos se adivinaba
la tumba que te aguardaba -los gusanos-.

Horas después, de nuevo a bordo de la nave
frente a frente a la boca negra universal
el podrido vacío de la galaxia me repetía tu nombre.
Babs de nuevo se había embriagado
("hay que matar al tiempo, al maldito tiempo hijo de puta")
y balbuceaba una canción
sobre un vagabundo que moría de frío en la calle.
En algún momento del viaje todos nos pusimos a reír.
Nos dijeron que una tormenta caía sobre el planeta Tierra
que los habitantes de la ciudad
estaban saqueando y arrasando todo a su paso.
Todos recordamos tu rostro
y una llaga invisible cubrió nuestros cuerpos.
Por ti clamaron tus desterrados hijos
Tú pariste ese caos, de ti nació la tormenta;
por ti suspiraron, gimiendo y llorando en esa selva de lágrimas