La cuidad era antes como engrupirse al choro más choro, era como venderse, era como tentarse y optar por el fracaso. En cada esquina, yo no veía manos, no veía sombras, no veía quienes: Veía las putas colillas farsantes y teñidas en la punta con labios de “rouge”... Eran como una violación recién pasada soplando su ausencia, dando vuelta la calle. Y los cerros son ahora lo que son también estos volcanes, los campos sin mariposas... Este mar azul, azulito… La mente toma un viaje -de los que “siempre son de ida y vuelta-. Quiero que se me llenen de arañitas los zapatos. Quiero enamorarme.
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